La fisioterapia, fundamental en pacientes con espina bífida

La fisioterapia colabora en la independencia de movimientos del paciente

La espina bífida es una malformación que se desarrolla durante la formación del feto. Se caracteriza por el desarrollo anormal de una o más vértebras, dejando la médula al descubierto. Aunque existen diferentes pruebas de diagnóstico durante el periodo de gestación, en la mayoría de los casos no es perceptible hasta después del parto.

Estas malformaciones provocan trastornos motores y alteraciones de la sensibilidad. Se produce una merma en las funciones cognitivas, disfunciones genitourinarias, presentan hidrocefalia, suelen sufrir problemas visuales, renales, complicaciones en la comprensión o en la coordinación y destreza manual.

Aunque la causa de la espina bífida es desconocida, algunas investigaciones apuntan a una deficiencia de ácido fólico de la madre durante el embarazo. Además, se sabe que influye el factor genético.

La fisioterapia es fundamental para tratar esta enfermedad. ¿Por qué? Porque ayuda a desarrollar las capacidades físicas que hagan posible que el paciente sea independiente y pueda moverse por sí mismo (ya sea caminando o en silla de ruedas). Además, previene que se produzcan malformaciones secundarias.

Así, se recomienda que este tratamiento se realice tempranamente y se vaya adaptando a la edad del niño. El tratamiento se debe empezar en los primeros días de vida e irá evolucionando, con el objetivo de movilizar los miembros inferiores, desarrollar la fuerza, el equilibrio, mejorar la postura y colaborar con el aumento de la calidad de vida general de los pacientes.

Por último, el fisioterapeuta puede ayudar y asesorar sobre el uso de férulas andadoras y/o sillas de ruedas.

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